El anunciado regreso de Donald Trump a la Casa Blanca está generando ondas expansivas en la geopolítica mundial, pero los expertos coinciden en que su impacto podría ser menos dramático de lo que sus declaraciones sugieren. A pesar de sus promesas de expansión territorial y resolución exprés de conflictos internacionales, el panorama global actual presenta una realidad más compleja.
“Estados Unidos ya no es el único actor decisivo en el escenario mundial”, explica Mauricio Jaramillo, especialista en relaciones internacionales. Esta nueva realidad se evidencia en múltiples frentes: desde la menguante influencia estadounidense en Medio Oriente hasta la creciente autonomía de potencias regionales.
La posible administración Trump 2.0 se enfrentaría a un mundo significativamente diferente al de 2016. China se ha consolidado como potencia económica, la desdolarización avanza entre algunas economías emergentes, y Europa busca mayor autonomía estratégica. El profesor Juan Nicolás Garzón de la Universidad de La Sabana anticipa “una agudización de disputas específicas, especialmente con China, aunque paradójicamente podríamos ver distensión en otros frentes, como el conflicto ucraniano”.
El nacionalismo económico de Trump podría acelerar tendencias proteccionistas globales. Sin embargo, la interdependencia económica mundial actual limita la capacidad de cualquier líder para implementar cambios radicales unilaterales. La promesa de “hacer América grande otra vez” se enfrenta a obstáculos estructurales que ni siquiera la retórica más ambiciosa puede ignorar.
Los analistas subrayan que el verdadero desafío para una potencial presidencia Trump no sería tanto cambiar el orden mundial, sino navegar eficazmente en él. En un escenario donde Putin, Macron y otros líderes ejercen influencia significativa en sus respectivas esferas, la capacidad de negociación y el reconocimiento de la multipolaridad serán más cruciales que nunca.