La carretera que conecta Valledupar con San Juan del Cesar, tradicionalmente una arteria vital para el tránsito entre el Cesar y La Guajira, se ha convertido en escenario de creciente preocupación. El culpable: un peaje a medio construir en el corregimiento de Los Haticos, que lejos de cumplir su función original, ahora representa una amenaza constante para los conductores.
Este peaje inconcluso es el resultado de protestas ciudadanas contra las elevadas tarifas que no se reflejaban en mejoras viales. Sin embargo, la solución ha resultado peor que el problema inicial. La estructura parcialmente demolida se ha transformado en una trampa mortal, especialmente durante la noche cuando su visibilidad se reduce drásticamente.
Amado Sanabria, un usuario frecuente de esta vía, compartió su preocupación: «Antes había una caseta en ese peaje, pero un vehículo colisionó con ella hace pocos meses. Ahora solo se observa una mole de cemento, que en horas de la noche es imperceptible». Su llamado a las autoridades es claro y urgente: «Deben hacer algo con esa caseta, porque de lo contrario podrían haber tragedias».
Los temores de Sanabria no son infundados. El pasado jueves por la noche, se registró otro incidente cuando una camioneta impactó contra la estructura de cemento. Este accidente ocurrió en el mismo lugar donde previamente se accidentó el bus que transportaba a los músicos del cantante Elder Dayan, subrayando la peligrosidad recurrente del sitio.
La frustración entre los usuarios de la vía es palpable. Un ciudadano que transitaba por el lugar expresó su indignación: «No sé hasta cuándo piensan quitar este peaje que es un peligro que no tiene señalización». Esta declaración resalta no solo la falta de acción para remover la estructura, sino también la ausencia de medidas preventivas como una señalización adecuada.
La situación del peaje de Los Haticos plantea interrogantes serios sobre la gestión de infraestructuras viales abandonadas y la responsabilidad de las autoridades en garantizar la seguridad de los ciudadanos. Mientras la estructura permanezca en su estado actual, sigue siendo una «bomba de tiempo» para quienes viajan por este tramo, convirtiendo un simple viaje en una potencial situación de riesgo.
Es imperativo que las autoridades competentes tomen cartas en el asunto con urgencia. Ya sea removiendo completamente la estructura, instalando una señalización adecuada, o encontrando una solución alternativa, es crucial actuar antes de que esta «trampa mortal» cobre más víctimas. La seguridad vial no puede ser un lujo, sino un derecho básico para todos los ciudadanos que transitan por las carreteras del país.